Mientras cruzaban una pasarela sobre el río en la ciudad, un niña le preguntó a su madre: Por qué en la escuelita nos enseñaron que Jesús es un río de aguas vivas?
No entiendo como Jesús puede ser un río, si es Jesús? La madre sonrió y trató de explicarle lo que el domingo le habían enseñado a su pequeña en la Iglesia.
Te recuerdas que cuando fuimos a ver la abuela que pasamos por un lugar donde había mucha agua? Si, dijo la niña, había mucha agua porque era un dique.
En ese dique las aguas están quietas, pero mira este río que tenemos delante: Ves como el agua corre? La niña observó con detenimiento y dijo: Si mamá, veo que el agua se lleva las hojas de los árboles.
Bien: si has entendido esto, te podría decir que Jesús no es un dique, sino un río que tiene aguas que se mueven. Pero mamá, si es Jesús, como puede ser un río?
Porque las aguas son sus palabras, sus enseñanzas y cuando nosotros las escuchamos, esas palabras se mueven dentro de nosotros arrastrando lo malo como el agua del río arrastra las hojitas caídas.
La niña se quedó pensando mientras miraba el agua. Entonces dijo mamá…Jesús es…un río de palabras. Si le dijo la madre: Un río de palabras que dan vida, que limpian, como el río que estamos viendo desde este puente.
Juan 7:37-38
Diego Acosta García
Música: Neide Ferreira
Foto: Federico Acosta – www.efedeaphotos.wordpress.com