En algunas ocasiones me viene a la memoria un episodio que ocurrió hace algunos años, pero que tengo muy bien guardado.
El líder de la obra donde servía me preguntó por mi trabajo. Le respondí que estaba tratando de hacerlo con excelencia. Él me miró y me dijo: Mira como está tu vanidad.
Ante mi incredulidad agregó solamente una frase: Con el pretexto de la excelencia, dejamos de hacer cosas que de otra manera igual servirían para quienes están necesitados de ayuda.
Probablemente ha sido la más severa llamada de atención que haya recibido en toda mi vida. Pero a su vez ha sido la que más he agradecido, poniéndola delante de Dios como un ejemplo para mí.
Es bueno recibir esta clase de advertencias y tan bueno como eso agradecerlo. Y más importante todavía ponerlo en práctica y no dejar que la vanidad gobierne nuestro trabajo.
Es evidente que la excelencia es deseable, pero cuando sabemos que hay personas que no tienen tiempo para esperar que nuestra vanidad esté satisfecha, es necesario obrar hoy, en este momento.
Tengo la convicción que el líder de la obra no tenga recuerdo de este episodio. Pero su firmeza fue buena para quién precisa claridad y rotundidad.
Cuando tengamos que hablar seamos claros y directos. Las cosas de Dios no pueden quedar postergadas por la futilidad de los hombres.
Tito 3:8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira