VANIDAD


En algunos momentos de la vida tomamos decisiones que parecen estar inspiradas por los mejores propósitos. Pero es realmente así?

Un día se nos ocurre una idea y lentamente la vamos desarrollando y adecuando a lo que suponemos va a ser un servicio para quienes nos rodean.

De la elucubración del proyecto pasamos a la fase de la concreción, le buscamos un nombre, la definimos, imaginamos argumentos y la forma de presentación.

Todo este proceso está destinado a que la idea original esté pronta lo antes posible para ponerla en práctica.

Y Dios?

Pareciera que consideramos que es la segunda parte del plan. Primero elaborarlo, darle forma y luego consultarlo.

Y Dios?

La gran sorpresa que nos llevamos es cuando una vez que hemos trabajado durante un cierto tiempo para poner en marcha nuestra idea, comenzamos a advertir que no fluye.

Que siempre hay un tropiezo, un problema inesperado, una situación insalvable. Que está ocurriendo con nuestro ideal? Acaso no está inspirado en los mejores propósitos?

Es posible que el Eterno no apruebe una idea que ayude al prójimo?

Tendremos que admitir que sí es posible que Dios no apruebe una idea de este tipo. Y la razón es por demás evidente. Hemos disfrazado a nuestra vanidad con una obra de bien.

Y podremos engañar a los hombres muchas veces. Pero ni una sola al Señor!

Salmos 94:11-12
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira

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