Seguramente todos sabemos que con nuestra boca podemos bendecir y podemos maldecir.
Todos también sabemos que con nuestra boca podemos dar vida o podemos muerte, así es de importante todo lo que decimos y el efecto que provoca a quién se lo decimos.
Es así porque lo que sale de nuestra boca es lo que está en nuestro corazón, ya que nuestras palabras le ponen sonido a lo que tenemos guardado en nuestro interior.
Por esta razón es tan importante guardar nuestro corazón, sobre todo de las reacciones airadas que son las que generalmente hacen expresar malamente a nuestra boca.
Con gran sabiduría una hermana corrigió en nuestra presencia a una esposa que estaba hablando del hombre con el que compartía su vida y lo hacía en términos descomedidos.
Por ejemplo: La esposa decía que su marido era un tanto reacio para las cosas de Dios y que no se preocupaba mucho por el tiempo que le dedicaba al Señor.
La hermana le dijo: No hables así. En lugar de decir que tú esposo es un tanto reacio, reclama al Señor por esa situación y bendice a ese varón para que verdaderamente entregue su vida a Dios.
La bendición puede obrar milagros maravillosos, tan grandes como los efectos de la maldición.
Deuteronomio 30:19
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira