Un día de Navidad acordamos en la familia invitar a un vecino que sabíamos que estaba solo. A todos nosotros nos pareció una cosa buena para hacer en un día tan especial.
El invitado se presentó a la hora establecida y comenzamos a conocernos a través de los comentarios que íbamos haciendo sobre nuestras vidas.
Él dijo que hacía un cierto tiempo que había perdido a su mujer y que desde entonces todo se le hacía muy difícil. Para compensar la pérdida había decidido ayudar a otras personas.
Para nuestra sorpresa dijo que la única forma de no pensar en él, era pensar en los demás y en eso invertía no solo su tiempo sino el poco dinero que tenía.
A medida que comentaba sus experiencias nos fue atrapando con sus palabras llenas de tanto amor que no hubo forma de no preguntarle si era creyente.
Por sus gestos comprendimos que no había percibido el fondo de la pregunta, por lo que le explicamos que es lo que queríamos decir con lo de creyente.
Dijo que no, que simplemente era un hombre que trataba de vivir de la misma forma que le gustaría a él que los demás lo trataran siempre. Nada más que eso.
Aquel inolvidable día de Navidad recibimos una lección sobre la humildad y el amor. Mucho mayor que el gesto de haber invitado a un hombre al que creíamos solo.
Job 26:2
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira