Pocas cosas nos pueden resultar más perturbadoras que ver a alguna persona en estado de abandono en la calle. Lo primero que nos ocurre es que no sabemos como reaccionar.
Luego nos asaltan las dudas sobre lo que podemos o debemos hacer, que generalmente no nos respondemos, pero que en la práctica supone que no hagamos absolutamente nada.
Tratamos de pasar lo más rápidamente posible de la situación y alejarnos de ese hombre o de esa mujer que nos conmueve, que nos afecta pero que no nos llama a la acción.
Incluso muchas veces hay personas que imaginan que si ayudan a alguien en la calle, se pueden encontrar con complicaciones legales o responsabilidades imaginarias.
Las excusas para no ayudar son de lo más variadas, pero siempre concluyen en lo mismo: Como no sé como se puede aliviar la situación de las personas, no puedo hacer nada…
Pero acaso la persona abandonada no es lo mismo que la historia del buen samaritano?
Recordemos quienes pasaron alrededor del caído y quién finalmente se detuvo. Cuando reclamamos misericordia para nuestras vidas, nos olvidamos que la negamos a quién también la necesita.
Si precisamos ayuda, si clamamos por la misericordia, por qué la negamos con tanta facilidad? Y si el Eterno se comportara con nosotros de la misma manera?
Lucas 10:36-37
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira