Cuando éramos niños en un modesto parque de atracciones, de esos que transitan por las ciudades pequeñas llevando sus espectáculos, nos llamó la atención un cartel que decía: Vea la mujer barbuda.
Por supuesto había una imagen de una mujer con barba y frente a ella, le dijimos a nuestra madre: No la podemos ir a ver? Ella con su paciencia de siempre nos contestó: No hijo, porque ni es mujer ni es barbuda.
Y entonces que es: Una trampa caza-bobos hijos… Sabes que es una trampa caza-bobos. No mamá. Pues ahí tienes la respuesta, ese cartel es una trampa para que los bobos se dejen su dinero de la manera más tonta.
Recordar esta anécdota casi olvidada de la lejana niñez, tiene el único propósito de aludir a la última tontería que ha sacudido la televisión: El triunfo de una mujer barbuda en un torneo de canto que representan a los países europeos.
Frente al impacto que ha supuesto la ganadora del concurso, no podemos menos que recordar el mensaje de nuestra madre: No es una mujer, sino que es un hombre. Podríamos agregar es un mayúsculo engaño en el que muchos ingenuamente creen.
Jesús nos advirtió a propósito de cómo serían los tiempos del fin, para que tengamos cuidado para que nadie nos engañe. Inmediatamente podemos pensar en grandes asuntos, pero es con estas cuestiones irrelevantes, que nos acercamos al engaño.
En estos días con una mujer barbuda, que no es mujer y que aparte tiene novio. Y todo lo admitimos con tanta naturalidad, que hasta supuestos notorios hombres públicos declaran su admiración por la mujer barbuda, que no es mujer…
De esta manera opera el engaño, poco a poco. De la misma manera que lo vamos aceptando…poco a poco. En un cierto tiempo seremos incapaces de distinguir la verdad del engaño y entonces será el tiempo del falso profeta anunciado por Jesús en el Libro de Apocalipsis.
Estemos atentos para que nadie nos engañe.
O no escuchemos la advertencia del Señor, admitiendo que muchas veces los engaños sueles ser muy atractivos. Pero igual de peligrosos, porque son los que le abren el camino al Anticristo.
Diego Acosta