Decía un amigo que la mayoría de las personas somos expertas en oír y muy pocas siquiera sabemos lo que significa escuchar. Con estas expresiones establecía las diferencias que existen entre oír y escuchar.
Si reflexionamos sobre nuestra vida pasada advertiremos que es verdad que muchas veces oímos, pero no escuchamos. Que muchas veces simplemente ponemos la cara de oír, pero permanecemos indiferentes a lo que se nos dice.
En eso precisamente radica la cuestión. Somos meros oidores de todo, porque no nos interesa profundizar en nada y mucho menos si nos puede comprometer a algún esfuerzo, a alguna toma de posición que nos pueda perjudicar.
Quién oye, no escucha. Jesús demostró su Amor, escuchando a los necesitados!
El Hijo de Dios no prestaba oídos, escuchaba y además lo hacía con atención, porque era así como establecía la relación con quienes eran el objeto de su ministerio terrenal. Jesús vino a escuchar a quienes nadie escuchaba.
Esto fue lo que desconcertó al liderazgo judío, porque había alguien que se preocupaba en escuchar y no en mandar, para hacer cumplir normas y preceptos que eran incumplibles, empezando por ellos mismos.
Aprendamos a escuchar. Abandonemos el hábito egoísta de oír porque hemos recibido el mandato de estar al lado de quienes precisan ayuda, no de oírlos y permanecer indiferentes a su dolor o su necesidad.
Esa es la gran diferencia entre oír y escuchar, la misma que puso de manifiesto Jesús!
Nehemías 9:15-16
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira