Una de las magnitudes que se tienen en cuenta para valorar a los ríos es su caudal. Y como es natural a mayor caudal, más importancia. Lo mismo ocurre con nuestro río interior, con nuestro río de la fe.
A muchos nuevos creyentes les cuesta trabajo asociar que Jesús sea un Río de Vida. Se preguntan: Si es el Pan de la Vida, como puede ser también el Río? Estas dudas seguramente están provocadas por un gran olvido.
Se trata de recordar a cada momento que Jesús es Dios, es el Hijo de Dios y la tercera persona de la Trinidad. Por tanto Jesús tiene el Poder de la Omnipotencia y por eso puede ser el humilde Pan de la Vida y el Río de la Vida.
Si recibimos inmerecidamente el aporte del Río de la Vida, por que limitamos su Caudal? Por qué cuando recibimos esas aguas vivificadoras, somos tan mezquinos en que también lo sean para otras personas?
Como se traduce esa mezquindad? En nuestro silencio, en cada vez que callamos en lugar de proclamar el Evangelio. Cada silencio equivale a ponerle un dique a ese Caudal maravilloso que recibimos y que debemos dar con generosidad.
No seamos escasos con el Agua de la Vida!
Seamos generosos en la misma medida en que Jesús es generoso con nosotros. Dejemos que el Río de la Vida fluya a través nuestro para que otros seres puedan recibir esa Agua prodigiosa que puede transformar vidas, como transformó la nuestra.
Isaías 32:2
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira