Cuando se nos exhorta a profundizar nuestros conocimientos sobre la Palabra de Dios, nos olvidamos de una cuestión fundamental: Para profundizar debemos leer y no mirar los textos. En esa diferencia radican muchos de nuestros problemas.
Es muy frecuente escuchar o decir: Pero si lo hemos leído tantas veces y no reparamos en su contenido!
Esa es precisamente la raíz del problema. Miramos pero no leemos, no le damos tiempo al Espíritu a guiarnos en las profundidades del Texto y entonces tomamos conocimiento, pero de una manera muy superficial.
Tal vez sea por eso que cada día más nos sorprendemos con revelaciones en las predicaciones, que nos deberían a cambiar nuestros comportamientos.
La Palabra de Dios es Palabra doblemente revelada. Cuando fue escrita y cuando es leída!
Si somos superficiales en la lectura, seremos superficiales en la interpretación y no le daremos margen al Espíritu para que nos lleve a las profundidades de los Textos.
Seremos personas que hemos frecuentado la Palabra, pero no seremos creyentes que la hayamos leído!
Hoy mismo debemos cambiar nuestra actitud. No basta con dedicar unos pocos minutos a pasar la vista sobre un número determinado de versículos. Lo que importa es que verdaderamente lleguemos a la Revelación del Espíritu.
Leer la Biblia no debe ser un simple hecho más o menos cotidiano. Leer la Biblia debe ser el tiempo en que nos preparamos para que el Eterno nos hable. Pero si miramos y no leemos, no escucharemos ni su murmullo!
Proverbios 8:10
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira