Desde siempre los hombres han competido para ganar gloria, honor y naturalmente dinero, en el que haya sido según cada momento histórico.
Desde siempre también, quienes detentaban el poder utilizaron estos juegos para entretener a los gobernados y ofrecerles grandes espectáculos. A tal punto que los juegos son identificados con una frase breve pero contundente: Pan y circo.
Lo más grave de todo el proceso es que paulatinamente se fueron incorporando a estos espectáculos deportivos las naciones que competían por el supuesto galardón de ser los mejores del mundo.
Con esta idea se completó el círculo de negocio, competencia y… nacionalismo. No en vano los gobiernos totalitarios aprovecharon al máximo esta fórmula para exaltación de los países que representaban, con la trágica condena de millones y millones de personas que han muerto y siguen muriendo en nombre del nacionalismo. De cualquier forma de nacionalismo.
Frente a este colosal negocio deportivo que se inicia en estas horas, es importante reflexionar acerca de lo que Dios nos ha enseñado a los hombres.
Somos extranjeros y ciudadanos del Reino!
Por tanto no estamos ligados a ninguna forma de nacionalismo.
Estos supuestos colosales hechos deportivos no son otra cosa que un gigantesco negocio y también conllevan la exaltación de los sentimientos más primitivos de los seres humanos. Si parece exagerado, recordemos cuantas personas murieron por enfrentamientos que se derivaron de los hechos deportivos.
Oremos por Sabiduría, oremos por el país organizador, sus habitantes y por quienes participan. Oremos para que la exaltación de los supuestos valores nacionalistas, no sean la causa de nuevas muertes.
Somos ciudadanos del Reino!
No hagamos de la defensa de símbolos patrios, motivos de división y mucho menos de rivalidad. Oremos por este tiempo, para que el Señor nos ilumine y lo transforme en una tiempo de hablar de su Reino.
Diego Acosta