Los hacedores de maldad siempre tendrán su castigo, aunque podamos asombrarnos de sus triunfos pasajeros o de sus glorias efímeras. Quienes no comprendan esto quedarán atrapados en su propia ceguera.
Alguien se quejaba amargamente de su situación y su aflicción aumentaba cuando se comparaba con los impíos que conocía y que no cesaban de prosperar.
En esas circunstancias es muy difícil hacer razonar y sobre todo hacer comprender que el mal nunca prevalecerá sobre el bien, aunque circunstancialmente podamos ver lo contrario.
Bien vale recordar a Esaú cuya nación primero impidió al Pueblo de Dios pasar por su territorio en el viaje a la Tierra Prometida y luego combatió junto a Nabucodonosor cuando sitió Jerusalén.
El profeta Jeremías anunció calamidades para este hombre que se atrevió a desafiar a Dios a través de su Pueblo. Por mucho que huyera o pretendiera alejarse siempre lo alcanzaría la Justicia divina.
No nos engañemos con los triunfos de los impíos, no les tengamos envidia y mucho menos busquemos parte de sus botines. No haremos otra cosa que aumentar nuestras desventuras.
Reclamar por los triunfos de los impíos nos acerca a su propio destino y nos aleja de la Justicia del Eterno!
No olvidemos que antes o después, cuando se cumpla su Soberana Voluntad, Dios tratará con el impío y con quienes los ayudaron. Y dará al justo su recompensa celestial.
Jeremías 49:17
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira