Una joven se preguntaba el por qué de la insistencia para no dejarnos contaminar por el mundo. Decía que le resultaba excesivo que se recordara casi continuamente el tema, alegando que no tenía tanta importancia.
La joven argumentaba que al fin de cuentas se trata de minucias, que nunca podrán afectar la fe y a nuestros comportamientos. La cuestión es que ella pronto contó con opiniones que concordaban con sus afirmaciones.
Nos preguntamos: Estamos en el mundo para influir o para ser influidos?
Lamentablemente la respuesta tal vez debería ser que cada día estamos más influenciados por las cosas del mundo. Aquello que nos encomendó Jesús de ser influyentes, lo vamos olvidando o postergando.
El poder del mundo se manifiesta cotidianamente en nuestra vida personal y también en las congregaciones. Si de por sí esta situación es extremadamente grave, no menos grave resulta que haya quienes no admitan esta realidad.
Lo que resulta inocente no lo es en ningún caso, porque Jesús vino a establecer el Reino de los Cielos y su Reino es absolutamente incompatible con las cuestiones mundanas. De manera que lo que nos aparece inocente es en realidad muy serio.
Vivimos tiempos de afirmación!
Debemos ser fieles con el mandato de Jesús y no permitir que ninguna brecha en lo personal, abra las puertas para que el mundo nos seduzca. Lo que parece una mera cuestión menor se está transformando en la quiebra amenaza de nuestra fe.
Estamos para influir en el mundo. No para ser influidos!
Salmos 98:9
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira