Seguramente podremos coincidir que no hay nada más peligroso que un hombre imprudente. Y por añadidura podremos decir que debemos de tener especial cuidado cuando estemos ante un ser imprudente.
Porque si habla dirá inconveniencias. Si obra hará lo incorrecto. Si piensa se enredará en sus argumentos. Si promete quizás no cumpla y si cumpliere, nunca lo hará como lo había expresado originalmente.
Un imprudente es muchas veces como el viento, que no sabemos para donde llevará sus ráfagas. Y lo grave es que no solo pondrá en riego hasta su vida sino que puede afectar seriamente la integridad de los demás.
Un imprudente también acometerá acciones de una manera irreflexiva, porque se dejará llevar por sus impulsos, que no son los mejores consejeros. Contra mayor sea la responsabilidad, más peligroso puede ser su obrar.
Por eso somos advertidos de no comenzar a construir la casa por el tejado, porque si no tiene los cimientos adecuados, se derrumbará inexorablemente. Y puede que perdamos a seres amados por causa de la irreflexión.
En los tiempos en que vivimos, un prudente podría ser acusado de retardatario, de pensar excesivamente y demorar lo que se debe hacerse rápido y sin demoras. Y si nos remitimos a las pruebas, podríamos decir coloquialmente: Así estamos!
No caigamos en la imprudencia, pudiendo ejercer la virtud de la prudencia. No nos dejemos atrapar por las prisas del mundo y seamos fieles a los consejos de la Palabra de Dios!
Un prudente puede obrar eficientemente. Un imprudente, puede derribar lo construido.
2 Crónicas 2:11-12
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira