En uno de los dos ríos que tiene la ciudad donde vivimos, hay un canal de poca profundidad que desemboca en el más próximo a nuestra casa. El agua que trae es transparente por lo que se pueden ver a los peces que prueban su limpieza.
Una tarde mientras los miraba, pude advertir como había dos peces mayores de tamaño, que se movían con una cierta lentitud. Había otros más pequeños que destacaban por sus ágiles movimientos y una cantidad de muy pequeños que iban y venían a gran velocidad.
Pensé: Parecen los abuelos con sus hijos y sus nietos!
Pero estaba hablando de peces! No obstante la idea me llamó la atención porque esa supuesta familia irradiaba paz, alegría, disfrutando de lo que es su elemento natural.
Seguramente ninguno de ellos habría querido ser un pez de mar en lugar de ser un humilde pez de río. O un tiburón para imponerse sobre los demás o una ballena para diferenciarse de todos los seres marinos por su tamaño.
Los peces parecían contentos siendo como habían sido Creados!
Y si hablamos de nosotros: Estamos contentos con lo que somos? O nos disgusta el Propósito que Dios tiene para nuestra vida, aunque lo ignoremos? O tal vez quisiéramos ser tiburones o ballenas?
La plenitud de la vida solamente la alcanzamos cuando aceptamos lo que el Eterno quiere que seamos. Cuando no nos comparamos con nadie ni envidiamos la vida de ninguna otra persona.
Aceptar la Voluntad del Señor nos eleva por encima de nuestras circunstancias!
Salmo 89:11
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira