Jesús enseñó utilizando los elementos de la naturaleza, porque era lo que más fácilmente podían comprender las personas a quienes hablaba.
En cierto sentido Jesús enseñaba como el paso del tiempo iba modificando a las semillas, hasta transformarlas en frutos que luego servirían para alimentar primero a los hombres y luego a los animales.
Empleando el mismo criterio para referirnos al paso del tiempo, debemos entender que también en nuestra vida hay ciclos que comienzan, se desarrollan y terminan.
Si dan frutos son los tiempos que consideramos como buenos. Si los frutos no son los esperados, a esos tiempos los llamamos malos.
Si lo aplicamos a nuestra vida, podremos apreciar como todo lo que tuvo un comienzo, también tendrá un final. Lo verdaderamente importante es lo que hicimos durante ese tiempo.
Si dimos buenos frutos para otras personas, habrán sido buenos tempos. Si no los dimos, habrán sido malos, aún cuando nosotros podamos considerar con benevolencia que no fueron tan malos.
La comprensión de que todo lo que comienza tendrá un fin, nos ayudará a saber que nada permanece inmutable con relación al tiempo y a las personas.
Por eso nacemos, somos niños, luego jóvenes, maduramos y comenzamos el camino hacia la vejez. De allí la importancia de que no debemos aferrarnos a nada de nuestro pasado.
Porque precisamente es pasado y tenemos la obligación de asumir el tiempo que tendremos por delante. Si hemos terminado un ciclo que nos gustó tenemos que saber que vendrá otro, inexorablemente.
De allí la promesa de que lo mejor está por venir!
No sabemos como será el nuevo ciclo, pero sí sabemos que Dios siempre desea lo mejor para nosotros.
Mateo 24:32
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira