En los días previos a la traición de Judas y a la posterior muerte y Resurrección, Jesús nos dejó un mandato y una grandiosa lección.
El mandato fue el de orar y la lección la de hacerlo, especialmente cuando más difíciles sean las circunstancias que afrontemos.
Jesús les dijo a los discípulos: Orad…!
Esto era y es lo más importante que se puede hacer cuando llegan a nuestra vida los momentos en los que la adversidad pone a prueba la magnitud de nuestra fe.
Eso y no otra cosa les mandó Jesús a quienes lo habían seguido cercanamente durante su ministerio terrenal, que estaba en los tiempos culminantes del Plan de Dios.
La oración se convierte en el instrumento poderoso para clamar al Padre su ayuda y Misericordia, para que no estemos solos en el momento de la prueba.
Jesús se apartó para orar!
Así debemos obrar para tener un tiempo de intimidad con el Padre, para pedirle ante la adversidad el consuelo y la fortaleza que solo ÉL nos puede brindar.
Pedro, Jacobo y Juan acompañaron a Jesús hasta Getsemaní y los tres finalmente se durmieron en lugar de perseverar en aquello que les había mandado Jesús.
La flaqueza y la tentación de la carne, muchas veces son más poderosas que nuestras intenciones!
Mientras Jesús oraba ellos cedieron ante el sueño, como seguramente nos ocurrirá a cada uno de nosotros si no somos capaces de luchar contra la flaqueza de nuestro cuerpo. O contrala flaqueza de nuestra fe.
Jesús nos mandó: Orad! Y lo debemos hacer, a pesar de nuestra propia debilidad.
Lucas 22:45-46
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira