El Señor nos inquieta de manera acuciante a propósito del valor que le damos al tiempo, a nuestro tiempo.
Pensemos: Si yo pierdo una pequeña cantidad de dinero, lo más probable es que me amargue la vida, pensando en lo que me costó ganarlo y en lo que podría haber comprado si lo tuviera en el bolsillo.
Es un ejemplo sencillo pero de fácil entendimiento, para llegar a la cuestión principal. Si pierdo dinero, me aflijo, me preocupo, me acuso de haber sido negligente con su cuidado.
Si la cantidad fuera más o menos importante, entonces la pérdida de dinero se constituiría en un auténtico drama, del que seguramente haríamos responsable final al enemigo de nuestra fe.
Por qué nos preocupamos por la pérdida de dinero y no por la pérdida de tiempo?
Siendo que al dinero lo tenemos hoy y lo dejaremos de tener mañana, porque su única finalidad es solventar nuestras necesidades reales, no las superfluas.
El dinero es un instrumento de la Provisión que recibimos del Eterno!
Pero qué pasa con nuestro tiempo?
Por qué somos indiferentes cuando lo desperdiciamos en actividades que no tienen la menor importancia?
Por qué no nos amargamos cuando perdemos minutos y minutos con auténticas necedades?
Por qué no nos preocupamos cuando dejamos para otro día, lo que deberíamos haber hecho hoy?
Por qué no valoramos la Misericordia que tenemos para este día y la malversamos sin usar nuestro tiempo convenientemente?
Tenemos respuestas para estas preguntas?
Hasta cuando seguiremos perdiendo lo único de valor que tenemos los humanos, que no es otra cosa que el tiempo?
Que Dios nos conceda Sabiduría!
Efesios 5:15-16
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira