Podemos pensar que las predicaciones deben ser gratas, agradables?
Lo cierto es que como poder, podemos. Pero no es menos cierto que no debemos!
Hace años escuché el anuncio de un predicador, en el sentido de que ese domingo daría desde el púlpito, un mensaje agradable…para sorpresa generalizada de quienes asistíamos al culto.
No está en mi ánimo la crítica y mucho menos la descalificación, porque entiendo que cada uno responde por sus hechos.
De lo que se trata es que hace tantos años de este episodio, que pareciera que fue premonitorio en cuanto a la práctica de traer predicaciones agradables y no a traer la Palabra de Dios.
Puede que la extendida creencia de que la tolerancia nos hace mejores creyentes, esté influyendo en el sentido de que es preferible una predicación agradable a una predicación donde se hable del pecado, por ejemplo.
La Palabra de Dios es más cortante que una espada de doble filo, penetra partir del alma y el espíritu y discierne sobre los pensamientos y las intenciones del corazón, dejando las cosas desnudas, ante sus ojos.
Recordar aquel episodio de un tórrido verano en la ciudad donde vivía, tiene el propósito de formular la advertencia sobre la que nos inquieta el Espíritu.
No estamos en el mundo para ser simpáticos o para contentar a las congregaciones. No es este el propósito por el que estamos en la Tierra.
Jesús nos mandó llevar el Evangelio y el Evangelio no debe ser suavizado, hasta convertirlo en agradable!
Gálatas 1:10
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira