Leyendo con detenimiento la Palabra de Dios, encontraremos afirmaciones que nos deben llevar a reflexionar acerca de su verdadera Grandeza.
Cuando Jonás recibe el mandato de Jehová de clamar contra la capital de Asiria, ocurren varias cosas que debemos considerar.
Hay una orden y hay un incumplimiento o rebeldía del hijo de Amitai. En lugar de dirigirse a Nínive, como debía haber hecho, toma la decisión de en el puerto de Jope para subir al primer barco que zarpara con otro destino.
El barco que abordó se dirigía a Tarsis y de esta manera Jonás esperaba haberse librado de la orden recibida de clamar contra la maldad de Nínive, que había subido hasta Jehová.
La misión que había recibido el profeta era única, porque nunca antes nadie había sido enviado por el Eterno para llevar su mensaje a una nación extranjera.
Ese fue el temor de Jonás y esencialmente de cómo lo recibirían, cuando pronunciara palabras destinadas a que los habitantes de Nínive se volvieran hacia Dios.
Pero el profeta no contó con el Poder del Soberano, quién hizo soplar un fuerte viento, de una proporción desconocida para los experimentados tripulantes del barco.
Jonás debió admitir ser él la causa de la tormenta al entender que su magnitud solo podía provenir del propio Jehová.
Asumiendo la historia, recordemos que por mucho que intentemos, nunca seremos capaces de huir del Todopoderoso y mucho menos incumplir sus mandatos.
Jonás es un gran testimonio de cómo Dios puede obrar para que se cumplan sus decisiones.
Jonás 1:4
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira