Con un grupo de amigos visité un museo que funciona en el lugar que fue residencia veraniega de una notoria y tradicional familia.
Pudimos comprobar el esplendor con el que algunos vivieron en el pasado y como ese esplendor encandila a quienes somos testigos en el presente.
En medio de continuas exclamaciones de sorpresa comencé a prestar atención a las fotografías que mostraban el continuo incremento no solo de la casa sino también del asombroso parque que la rodeaba.
Tenía incluso con un pequeño lago que debe haber sido todo un desahogo para los tiempos del verano. Podría decir que se trataba de un lugar de ensueño.
Pero quizás lo que más me llamó la atención fue ver los rostros de quienes en su momento eran los ocupantes de esa mansión.
Se los veía con gestos serios pero a la vez orgullosos, soberbios por lo que poseían y por lo que seguramente representaban en la sociedad en sus mejores tiempos.
Todo lo que se podía ver era el orgullo por lo material, por la posesión de bienes y nada que hiciera recordar otros valores, como los espirituales, por ejemplo.
Otras fotos mostraban casi cruelmente como ese esplendor del pasado había quedado reducido a un modesto jardín y con otros edificios ocupando lo que fue un parque señorial.
Ese contraste me hizo reflexionar acerca de lo que nos enseña la Palabra de Dios y las actitudes de los hombres, soberbios en la grandeza y más que pequeños en la decadencia.
Buen asunto para reflexionar, sobre todo cuando nos dejamos ganar por el ESPLENDOR y nos olvidamos que todo es efímero, pasajero.
Proverbios 28:11
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira