Los hombres pecamos ante la mujer del prójimo, envidiamos la vida de los demás, afectamos nuestro corazón, siempre con los ojos.
Algunos refranes populares parecen confirmar esta realidad: Se come, se lastima, se ofende, se daña, se maldice, siempre con nuestros ojos.
Del mismo modo nos sentimos atraídos a través de la mirada de una copa rebosante de espuma cuando hace calor.
Que miramos? La espuma…
Siempre la atracción está relacionada con lo superficial, nunca con lo profundo y mucho menos con lo verdadero, como debería ser.
Jesús no se dejó engañar, cuando lo llamaban Señor, porque esa forma de expresarse no hacía otra cosa que cubrir las apariencias.
El llamarle Señor no implicaba respeto, ni tampoco reconocimiento hacia su Deidad o a su condición de Mesías.
El Señor, era una simple formalidad que se decía con demasiada ligereza, con el único propósito de intentar engañar al Hijo del Hombre.
Sabiendo esto, pensemos cuantas veces nos deleitamos con el atractivo de una copa helada, cuando sufrimos el calor en nuestro cuerpo?
Es la espuma lo que supuestamente nos calma la sed?
Si profundizáramos nuestros pensamientos en esta dirección rápidamente comprobaríamos que estamos equivocados.
Entre otras cosas porque algunas bebidas heladas y llenas de espuma, ocultan una verdad: Las de buena calidad no se sirven nunca heladas, porque si lo hicieran perderían sus atributos.
No dejemos que nuestros ojos nos engañen, no dejemos que afecten nuestro corazón o que nos llenen de envidia los sentimientos.
No permitamos que la ESPUMA nos aparte de la realidad y no nos permita ver lo que es verdaderamente trascendente!
Salmo 101:3
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira