Una niña o un niño desafiando a sus padres, es un motivo de preocupación y también una advertencia con relación a nuestras responsabilidades.
Dios nos manda a ser obedientes!
Indiscutiblemente la obediencia trae bendición, que no es otra cosa que estar bajo la Gracia del Omnipotente en todo tiempo y lugar.
Si nuestros hijos son obedientes, serán jóvenes equilibrados, maridos razonables, padres responsables y también serán jefes y líderes confiables.
La obediencia enseñada desde la niñez, es practicada cuando los años pasan y aquellos niños se convierten en hombres y mujeres diferentes.
La obediencia transforma a las personas, porque las hace mejores y sobre todo porque impide que tengan comportamientos inadecuados.
Y la desobediencia, que provoca?
En primer lugar alejarse de manera decisiva de la Gracia del Eterno. La obediencia a Dios es un mandato imperativo no una opción.
Si somos desobedientes no sabremos distinguir entre lo bueno y lo malo, porque habremos perdido el rumbo de nuestra propia vida.
La desobediencia de un niño se transforma con el tiempo, en rebeldía juvenil, en la irreflexión de un adulto, en maridos o en prepotentes maridos o esposas y en arbitrarios jefes o líderes.
Por mucho que argumentemos la Obediencia trae Bendición y la desobediencia maldición!
Por tanto debemos ejercer nuestra condición de padres con firmeza y con amor, porque la tolerancia genera dudas en quienes solo deben recibir la certeza de un rumbo definido.
Oremos para comprender esta alta responsabilidad con relación a nuestros hijos, a nuestros nietos!
Hagamos de la Obediencia una poderosa razón para llamarnos hijos de Dios!
Jueces 2:20
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira