En su carta a los Romanos el Apóstol Pablo se refiere a una cuestión muy llamativa, que nos recuerda como es nuestro día a día.
El autor anuncia su viaje a Jerusalén portador de una ofrenda para la iglesia de la ciudad, que ha sido originada en los gentiles.
Aunque parezca extraño, Pablo duda acerca de si los miembros de la iglesia, aceptaran esa ayuda que proviene de quienes no son seguidores de Jesús.
Este caso tiene ciertas similitudes cuando en circunstancias difíciles para algunas personas, es necesario acercarles una ayuda para que las afronten.
He visto en distintas ocasiones como las personas se rehúsan a reconocer que tienen dificultades y por tanto tampoco consideran necesario recibir ninguna clase de ayuda.
En esto radica la gravedad de la cuestión que preocupaba a Pablo. El orgullo impide a las personas comportarse con la grandeza necesaria como para admitir su situación y en lugar de rechazar la mano que se le ofrece, la agradezcan.
En algunas ocasiones he visto como son desairados los generosos intentos, sabiendo que las necesidades existen y sabiendo también la dosis de orgullo de quienes la padecen.
Aún en casos tan sensibles como este, el orgullo es el factor desencadenante de actitudes contrarias no solo a la lógica más elemental, sino también a la humildad que se nos reclama.
De allí que debemos recibir la enseñanza paulina y antes de ofrendar, orar para que el Amor y la Misericordia, prevalezcan sobre el orgullo y la soberbia.
Aún para recibir ayuda es necesaria la humildad!
Romanos 15:31
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira