La mayoría de nosotros tenemos una especial aversión a todo lo que signifique problemas, dificultades, dramas personales. Es decir…pruebas.
En esta mayoría me incluyo pues también temo las mismas cosas y otras más, siempre vinculadas con las borrascas que nos agitan como si fuéramos árboles en medio de un fuerte viento.
Sin embargo a lo largo de mi vida de creyente he aprendido que son precisamente los malos momentos, aquellos que deseamos que no lleguen, los que más me han hecho crecer.
Esto podría entenderse como una contradicción, pero es absolutamente cierto que ha sido así y lo seguirá siendo, cumpliendo el proceso natural.
Con esto no descarto que vengan otros episodios tormentosos a mi vida, por lo que podré reconocer que serán otras oportunidades para el proceso de acercamiento al Señor.
Sucede que cuando estamos en etapas adversas, es cuando se depuran muchas cosas, como el fuego que limpia las impurezas del oro.
Recuerdo que en unas circunstancias tremendamente dolorosas, percibí por primera vez el Consuelo que solamente puede provenir de Dios.
En otro momento fue puesta a prueba mi fe, cuando debí elegir entre mi conveniencia u obrar con la convicción de Quién es el Proveedor.
No menos trascendente fue cuando tuve que demostrar mi Confianza en el Todopoderoso. La Confianza con mayúscula que supera toda forma de pensamiento.
No debemos temer a la ADVERSIDAD!
Así como los buenos momentos son importantes, no lo son menos los que nos ponen a prueba, porque el resultado será siempre el mismo: Saldremos fortalecidos en toda circunstancia.
El único condicionante es nuestra Fidelidad al Eterno!
Isaías 45:6-8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira