Nada resulta más conflictivo para el ser humano, que encontrarse en una situación en la que debe elegir entre ser cómplice por omisión o firme por decisión.
Más de una vez en los tiempos de mi juventud consulté a mi padre sobre cuestiones que tenían que ver con este tema tan importante.
Las respuestas que recibí fueron invariablemente las mismas: Para dormir tranquilo hay que tener la conciencia tranquila…
Mi padre era un hombre simple y la visión que tenía de la vida era igualmente simple. Pero él siempre defendió el compromiso que cada hombre tenía primero que todo, con su propia conciencia.
En ese ambiente crecí y tome mis primeras decisiones, que fueron inspiradas por las opiniones de mi padre, a pesar de las discrepancias que mantenía con él.
Luego de haberme convertido en discípulo de Jesús, hice memoria de algunas de mis decisiones, particularmente de aquellas que me molestaba recordar.
Sorprendentemente tenían todas algo en común: Por miedo o por conveniencia, en más de una ocasión fui CÓMPLICE con mis silencios, en lugar de denunciar o de no respaldar.
Hoy, en los tiempos finales de mi vida evoco los consejos paternos, para que sirvan de ejemplo a otras personas más jóvenes, para poner de manifiesto la importancia de la Verdad de Cristo.
Quién no es capaz de evitar la complicidad con malas acciones, no puede asumir que sea un buen cristiano y mucho menos hacer ostentación de ello. Esta es la cruda realidad.
La Verdad se opone a la mentira y la mentira es el argumento que tenemos los CÓMPLICES para negarla!
Proverbios 29:24
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira