Nada hay como los hechos para mostrarnos lo que realmente somos o por lo menos, como obramos con relación a los demás.
En mi caso me abochorna comprobar cómo cambian mis actitudes según sea la persona con la que trato y por supuesto, condicionado a la mayor o menor simpatía que me despierte.
Digo que me abochorna, porque este modo de comportamiento está completamente alejado de las enseñanzas bíblicas.
Si se trata de un amigo, obramos de una manera. Y si se trata de alguien que no lo es, adoptamos una actitud condescendiente, como si le estuviéramos haciendo un gran favor con aquello que estamos obligados a hacer.
Queda claro que manejamos nuestra DILIGENCIA, con la mayor arbitrariedad!
Lo cierto es que podemos llegar a pensar que sí muchos lo hacen, mi responsabilidad disminuye porque nos podemos escudar en el número de hacedores de esta forma de mal.
Pero, evidentemente no se trata de números, se trata de lo que cada uno debe hacer, de lo que cada uno confesará en el Día del Juicio.
Esta cuestión vino a mi corazón al apreciar la mirada de tristeza que me dirigió un hermano cuando advirtió mi escasa voluntad para cumplimentar un pedido que me había hecho.
No solo no puse diligencia en resolver lo que estaba en mi mano, sino que luego me reconvine por esa actitud de cierta soberbia que nos invade cuando nos damos cuenta que podemos ayudar a alguien con nuestro talento.
Acaso no es Dios el dueño de los talentos? Acaso no es ÉL quien por Gracia los distribuye?
Seamos diligentes! Siempre!
2 Corintios 8:22
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira