LA BIBLIA ENSEÑA

EN EL INICIO Y LOS DIAS IV

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Génesis 1:26
Comienza el momento Grandioso de la Creación. Dios determinó: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, para señorear sobre todo lo que había sido creado. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, los términos a nuestra imagen y a nuestra semejanza, son considerados sinónimos.
Fuimos creados a la imagen de Dios, pero un día en la plenitud de nuestro crecimiento espiritual seremos la semejanza del Creador.
Por haber sido creados a imagen de Dios, tenemos una forma especial de relacionarnos con ÉL.
La utilización del plural, Hagamos, hace abierta referencia por primera vez a la Trinidad: Dios, Hijo y Espíritu Santo. El nombre de Dios, Elohim, está en plural, para corroborar esta afirmación.
El hombre se constituye de esta manera en el punto culminante de la Creación, ya que ha sido hecho a imagen de Dios para gobernar, para señorear sobre todo lo creado en la tierra, el mar y los cielos.
A imagen de Dios, Imago Dei en latín, significa que el ser humano fue creado con atributos que distinguen al Señor: Raciocinio, sensibilidad emocional, voluntad para obrar y creatividad.
Ampliando los conceptos podríamos afirmar que el hombre fue creado a imagen de Dios, en dos grandes aspectos.
En lo moral, era bueno y sin pecado.
En lo racional, poseía intelecto y por tanto podía razonar, tenía voluntad propia y emociones.
La autoridad que le había sido dada para señorear sobre el resto de todo lo Creado, lo colocaba en un nivel diferente y con capacidad de obrar también diferente.
Esta circunstancia determina la especial relación del hombre con respecto al resto de la Creación.
Por tanto el hombre debe respetar a sus semejantes y a todo lo creado, debiéndose considerar al homicidio como un acto abominable delante de Dios.
En cuanto a la semejanza a Dios, algún día lo seremos, Hebreos 2:5-9; 1 Juan 3:2.

Génesis 1:27
Dios creó de la nada al hombre a su imagen. Varón y hembra, los creó. Macho y hembra, en los originales hebreos. El texto bíblico recoge en tres oportunidades el verbo bará, que solamente se utiliza para aludir a la Creación de Dios.
Juntos deben participar de todas las bendiciones concedidas por el Creador. Significativamente la única diferencia entre el hombre y la mujer, como especie, es la inherente a su complementariedad sexual, ya que el uno no puede reproducirse sin el otro.

Diego Acosta

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