Un predicador sorprendió a su congregación cuando contó una historia que había protagonizado en un tren subterráneo de una gran ciudad.
Por razones de trabajo subió al tren y lo primero que vio fue a un hombre en un tremendo estado de ebriedad, descalzo y con los pantalones casi caídos, lo que provocaba el rechazo de los pasajeros.
Venciendo su miedo al ridículo, se dirigió al hombre, lo ayudó a bajar y trató de ayudarlo en la situación en que se encontraba.
Lo llevó hasta un refugio y se ocupó que lo atendieran, lo bañaran, lo vistieran y esperó hasta que se recuperó. Entonces el hombre le mostró su extrañeza por lo que había hecho.
Él le contestó que era nada, comparado con lo que Jesús había hecho en su propia vida. Su interlocutor ya mucho más lúcido le preguntó: Ud. también andaba borracho y ese Jesús lo ayudó?
No, no andaba ebrio, hacía cosas mucho peores que beber. El hombre se quedó pensativo y le preguntó: Entonces ese Jesús me ayudaría a mí, que soy un fracasado y que por eso bebo?
Claro que sí! Jesús vino al mundo para ayudar a personas como Ud. y como yo. Se dieron un abrazo y ese hombre que estaba borracho en un tren, es un testimonio de la Obra de Jesús en la vida de las personas.
Salmos 119:2
Diego Acosta García
Música: Neide Ferreira