Es conmovedor apreciar cuando una persona se esfuerza por lograr la aceptación de quienes lo rodean o más específicamente de otra persona que se encarga de demostrarle que la ignora.
Seguramente todos hemos vivido una situación como esta y seguramente todos hemos sentido ese dolor interior que produce el sentirse rechazado o no admitido.
En cualquier circunstancia esta amenaza sutil y a la vez concreta aparece y entonces debemos enfrentarla con decisión para que no termine por acabar con nuestra fortaleza espiritual.
Pablo advirtió que no debemos buscar agradar a nadie. Esta afirmación es tan categórica que pareciera desmesurada, pero sin embargo encierra una enorme verdad.
Es cierto que hay personas que tienen más simpatía natural que otras, pero no es menos cierto que esa forma de aceptación por lo agradable es efímera y completamente mundana.
Pablo enseñó que no estamos en el mundo para agradar a nadie y mucho menos con nuestro mensaje relacionado con las cuestiones superiores de las que Él hablaba.
Aprendamos de una buena vez que buscar agradar o ser aceptados, no es una cuestión que se origine en lo espiritual, sino que es una cuestión que tiene una profunda marca de lo que el mundo intenta imponernos.
Gálatas 1:10
Diego Acosta García