Generalmente el día que cumplimos años estamos más pendientes de los saludos, de los gestos… de los regalos, que de asumir verdaderamente el significado que tiene el hecho.
Tal vez estamos preocupados por la cantidad de años vividos que son exactamente los mismos que nos alejan de la juventud, ese tiempo tan difícil pero que a veces recordamos con nostalgia.
Un año más también representa que nos acercamos al momento del final de nuestra vida terrenal y por tanto puede ser angustiante o como menos preocupante.
Pero todos estos argumentos en el día de nuestro cumpleaños tiene poco que ver con el verdadero sentido que tiene: Que hemos vivido los años que al Señor le ha placido.
Esta es la verdadera razón por la que deberíamos de sentirnos animados, contentos, agradecidos con quién no solo nos ha dado la vida sino que nos la ha mantenido durante varios años.
Mi padre que nunca fue creyente siempre decía que había que ser agradecido con quién había tenido una actitud importante en lo personal, que nunca debíamos olvidar a quién fue bueno.
Por eso en el día de nuestro aniversario nos debemos alegrar por el cariño que recibimos, por las buenas palabras que escuchamos, pero por sobre todo debemos dar gracias al Señor por darnos un año más de vida.
Proverbios 3:1-2
Diego Acosta García