Hay quienes precisan consejería relacionada con hechos del pasado, que pueden sintetizarse en la vigencia en sus corazones de cosas que provocaron profundas raíces de amargura.
Dar consejo con un marco de dolor lindando con el odio es sumamente difícil y obliga a buscar en la Palabra los fundamentos de cualquier ayuda que se pueda ofrecer.
Los agravios del pasado se general habitualmente por permitir que una sabia reflexión sea desatendida y es la que nos advierte: Que se ponga el sol sobre tu enojo.
A partir de ese momento una situación que podría haberse superado con una conversación serena y honrada, se transforma en un complicado proceso que desemboca en cuestiones mayores.
Perdonar cuando el tiempo ha pasado sobre determinadas situaciones es mucho más difícil, porque le terrible semilla de la amargura ha tenido oportunidad de desarrollarse.
Debemos apelar entonces a la Sabiduría que viene de lo Alto para entender que el agravio tiene dolorosos efectos, sobre quienes los padecen y sobre quienes se proyectan.
Solamente el perdón sincero puede aliviar esta pesada carga del agravio, que es aún mayor si una de las personas ya no vive y queda la otra para recordarlo lo pasado.
No permitamos que los agravios sean el alimento de la raíz de amargura. Perdonemos tanto por lo que nos hicieron como por lo que nosotros pensamos. Y olvidemos, que es el reaseguro del perdón!
Hebreos 12:15
Diego Acosta García