Quizás todos conozcamos a alguna persona que es altiva con los demás y más acusadamente con los que tiene bajo su poder o bajo su mando.
Este ejercicio de altivez es muy difícil de soportar porque no tiene ni un momento de pausa, por el contrario pareciera que cada día es peor que el anterior.
Quién es altivo tiene un afán desmedido por lograr ser siempre el preferido, para destacarse de los demás, basado en la propia satisfacción y reconocimiento a los méritos personales.
Por estas razones no deben sorprendernos los gestos de menosprecio, ni las burlas ni los excesos verbales, porque son los que identifican su forma de proceder.
Pero que nos dice la Palabra de Dios sobre los altivos?
El Soberano nunca estará de acuerdo con nadie que base sus actitudes en la soberbia y en el orgullo, porque son procederes nefastos para la propia persona y también para quienes los rodean.
Un orgulloso o un soberbio, nunca será aceptado por el Eterno!
Aunque en muchos casos disimulen o pretendan disimular su altivez, porque en esa obcecación, se olvidan que el Creador es quién verdaderamente conoce el corazón de los hombres. De cada hombre.
Cada vez que pienso en estas cuestiones, ruego a Dios que me ayude a guardan mi corazón de la altivez, de la soberbia.
Si pretendo cada día acercarme a Jesús, como lo haría si en mi corazón existe la prepotencia del que se cree superior y que siempre se merece lo mejor?
No me olvido quién es el Abogado de los débiles, de los menospreciados, de los desechados!
2 Samuel 22:28
Diego Acosta / Neide Ferreira