AMÉN…?

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En un sentido amplio del término, decimos Amén cuando concordamos con algo que ha sido expresado, en una oración o en una predicación.

Concordar significa: estar de acuerdo.

Como poco esto supone una gran responsabilidad, comenzando por nosotros mismos que somos los que indicamos nuestra aceptación.

Por eso resulta tan sorprendente observar como tantas personas pueden estar de acuerdo con cuestiones que o desconocen o no tienen razones para aceptarlas.

Algunas veces nos dejamos llevar por el impulso propio de quién encuentra algo atractivo en lo que se ha dicho o con lo que se ha escrito.

Pero que sea atractivo o nos resulte agradable de ninguna manera significa que sea cierto y mucho menos que se comparezca con la Verdad.

Podríamos preguntarnos: Y cuál es el problema de decir AMÉN?

La respuesta debe ser categórica porque está relacionada con nuestra identidad como hijos de Dios y no podemos en esa condición aceptar todo.

Si realmente fuera recomendable aceptar todo, la Palabra de Dios no nos mandaría a escudriñar. Y recordemos, que escudriñar no se nos presenta como una opción sino como un mandato de obligado cumplimiento.

Concordar sin escudriñar tiene dos consecuencias negativas. Una la personal y la otra para quién haya hablado o escrito.

Si hemos dicho AMÉN por decirlo es evidentemente malo. Si lo manifestamos en relación con las expresiones de otros, les estamos haciendo también un daño considerable, porque tal vez persistan en un error.

Seamos cristianos comprometidos y digamos AMÉN solo cuando verdaderamente estemos seguros de lo que estamos haciendo.

Eclesiastés 12:9

Diego Acosta
Música: Neide Ferreira

www.septimomilenio.com

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