Una hermana ponderaba que había logrado la relación perfecta con sus hijos: Se había convertido en una buena amiga de ellos.
Sobre esta delicada cuestión recibió varias advertencias, pero siempre las respondía señalando que se trataba de un concepto nuevo sobre la relación padres-hijos y que algunos de nosotros no lo entendíamos.
Ante la insistencia de advertirle sobre la gravedad del tema, ella asumió categóricamente la defensa de lo que había establecido con sus hijos, alegando que se trataba de una forma actualizada de la vida familiar.
Como casi siempre ocurre, se decidió no volver a tocar esta cuestión puesto que podía llevar a otras decisiones más graves todavía de parte de ella.
Hablar de la Palabra de Dios, era hablar de algo del pasado…caduco.
Lamentablemente un tiempo después, la madre orgullosa se presentó como una persona que estaba viviendo un auténtico calvario.
Uno de sus hijos había decidido llevar sus conquistas amorosas a la casa familiar, alegando que tenía derecho porque para eso era su hogar.
Adviértase el plural utilizado: conquistas…Por lo que ni siquiera cabía la posibilidad de que fuera una mujer con la que pudiera desarrollar una relación más duradera.
La madre ante lo escandaloso de la situación intentó ponerle término, pero resultó que su hijo la agredió de palabra, junto a una de sus ocasionales conquistas.
La agresión verbal dio lugar poco tiempo después a la agresión física y en ese momento ella recurrió nuevamente a la iglesia.
Tardía y malamente la madre comprendió que la autoridad de los padres sobre los hijos es indeclinable. Y que nunca podemos ser sus amigos!
Proverbios 13:24
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira