Muchas veces nos podemos encontrar ante una situación que nos lleve al desánimo, mucho más cuando es inesperada y cuando se origina por causa de una persona amada.
Estamos hablando de esos problemas que nos pueden surgir con nuestros cónyugues, hijos, hermanos u otros familiares directos, con quienes las confrontaciones son más difíciles.
Nos podemos preguntar: Ante un problema, nos podemos desanimar? La respuesta es afirmativa, pero nos debe llevar a la reflexión.
A pensar que en nuestra condición de hijos de Dios, el desánimo es un sentimiento, una emoción, que de ninguna manera debe mezclarse con nuestras reacciones.
Es comprensible el desánimo e incluso el enfado, pero en ningún caso debemos permitir que una situación de este tipo se convierta en algo que controle nuestros pensamientos y nuestras decisiones.
Dejarnos llevar por los sentimientos, por las reacciones que surgen de hechos inesperados, nos puede conducir a otros hechos y a otras situaciones peores aún, que la que provocó el problema inicial.
Nuestra reacción frente al desánimo es orar para que sea Dios quién obre, para que sea
Él quien resuelva cualquier situación que pueda haberse originado, entre hombres que somos falibles y sentimentales.
1 Crónicas 22:13
Diego Acosta García