Pablo hablando en Atenas se refirió al mandato de Dios, para que los hombres, vivan donde vivan, se arrepientan de sus pecados.
El apóstol habló ante la incredulidad de muchos de quienes lo escuchaban, por cuanto eran afectos a otros dioses.
Pero ahora quien les mandaba arrepentirse era un solo Dios, que dejaba atrás el tiempo de la ignorancia de los humanos, luego de haber hecho público el Supremo Sacrificio de su Hijo Unigénito.
Usando términos apropiados, se puede afirmar que lo que Pablo decía en el Aerópago, era que la propiciación había sido pública y por tanto no cabía la torpe excusa de la ignorancia.
Dios declara a los hombres justos, solo a través de Cristo, porque ÉL fue imputado de todos los pecados de los humanos y por eso murió en la cruz, para expiarlos.
Este grandioso perdón por los pecados solo se puede recibir por fe, porque cuando nos arrepentimos de todos nuestros pecados e iniquidades, estamos preparados para el inmerecido galardón de pasar a llamarnos hijos de Dios.
Por tanto no hay mérito ninguno de los hombres que haga posible la justificación ni tampoco obra alguna, por grandiosa que sea, que puede brindarnos esta Gracia.
Con todo esto debemos de recordar que según la Justicia del Eterno, todo pecador debe recibir su castigo por lo hecho, quedando solamente el arrepentimiento como único recurso para ser perdonados.
Pablo urgió a los atenienses al arrepentimiento!
Podemos decir que está repitiendo su urgente mensaje para nuestro arrepentimiento, porque no sabemos de cuánto tiempo disponemos hasta el Día del Juicio.
Ese Día, puede ser hoy mismo!
Hechos 17:30
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.
Diego Acosta / Neide Ferreira