Hace algún tiempo un joven manifestó que aspiraba a ser un hombre importante del Evangelio, tanto que trascendiera a su propia muerte.
Como era insistente en esta actitud, en una oportunidad lo abordamos para llegar al fondo de sus intenciones.
Por qué deseas ser importante? Porque entonces significará que habré hecho bien mi trabajo. Eso significa que serán los hombres los que reconocerán tu obra? Si, claro.
No te parece que el reconocimiento de los hombres siempre tendrá menor relevancia que el reconocimiento de Dios?
El joven se vio sorprendido por la pregunta pero afirmó: Claro que es el de Dios más importante, pero si lo fuera de los hombres, significaría que han tomado en cuenta lo realizado y podré ser un buen ejemplo.
Preguntas y respuestas fueron todas en la misma dirección y lo cierto es que llegó un momento en el que solo cabía una requisitoria más.
Este tema de ser importante, es un deseo de tu corazón? El joven calló durante un cierto tiempo y finalmente respondió: Si…
Entonces, le dijo uno de los ancianos, me temo que tú no buscas servir a Dios, sino que buscas servir a la importancia de tu propio nombre.
Fue un momento muy difícil, porque el joven que ansiaba ser importante se derrumbó entre lágrimas…Había comprendido como era de grande su error.
No es malo tener una aspiración en nuestra vida de creyentes. Lo malo es convertir esa aspiración en un instrumento para destacarnos, buscando la honra que dan los hombres.
La mayor aspiración, es ser fieles al Mandato del Supremo.
Romanos 12:3
Diego Acosta / Neide Ferreira