Pertenezco al grupo de personas que por naturaleza, somos poco propensos a las grandes efusiones, a las grandes manifestaciones.
Quizás esos grandes arrebatos sean una de las cosas que más me llaman la atención en algunas iglesias, donde el entusiasmo parece desbordarse y la cuestión esencial queda marginada.
Este pensamiento viene a mi memoria cada vez que veo esos momentos impresionantes en las congregaciones, donde luego de que todo ha pasado queda una especie de vacío muy difícil de entender.
Reconozco que esta cuestión me ha perseguido a lo largo de los años, pues sigo poniendo especial cuidado en tratar de discernir entre lo que es la emoción y lo que es auténtico.
Significa que estoy juzgando?
De ninguna manera, solo trato de explicar una reacción, que tiene fundamento bíblico, aunque parezca que me estoy acomodando a una situación determinada.
Jesús habló de todo esto!
ÉL no se fiaba de las grandes manifestaciones e incluso podría decirse que dudaba de quienes viendo sus señales se declaraban sus seguidores.
Y los hechos le dieron la razón!
ÉL siendo Dios conocía el corazón de los hombres. Por eso quedó solo cuando en el momento supremo de la Cruz, porque todos buscaron su seguridad y trataron de no quedar en evidencia de que eran sus seguidores.
Obviamente no pretendo ocupar su lugar, pero si reflexionar sobre los momentos futuros en los que habrá que demostrar firmeza en las posturas y no cobardía en las actitudes.
Ser auténtico!
Por eso pienso en este tema. Porque sería dolorosamente cierto para mí, que Jesús pueda decir que me encuentro entre quienes hace caer sus dudas.
Juan 2:23-25
Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,
y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
Diego Acosta / Neide Ferreira
