El ayuno es una de las manifestaciones de nuestra fe. Respalda nuestras oraciones y es un instrumento poderoso en la lucha espiritual, cuando nos enfrentamos a situaciones graves.
Pero también el ayuno se ha prestado para quienes tergiversan su verdadera naturaleza y le conceden un sentido de religiosidad, que se traduce en muchas de las acciones de los fariseos.
Antes que ellos fueron advertidos los israelíes a propósito del ayuno y de la forma en que era ofrecido a Jehová. Era su calidad de mediocre, porque junto con él había acciones no deseadas por el Eterno.
Las contiendas entre los propios judíos, sus diferencias y rencillas, no resultaban agradables cuando se las acompañaban con el ayuno.
Ese formalismo religioso derivaba muchas veces en hechos relacionados con la injusticia que se traducían en la opresión de quienes trabajaban para ellos.
De tal gravedad era esta situación vinculada con el ayuno, que se la podía equiparar con el engaño. Incluso con un intento de engaño al propio Jehová.
Estas cuestiones nos deben enseñar a propósito del verdadero sentido del ayuno, que esencialmente debe ser íntimo, privado, lejos de toda forma de religiosidad, buscando el arrepentimiento.
El Ayuno debe ser herramienta para luchar contra el pecado, para luchar contra la injusticia y para tener verdadera misericordia con los necesitados, en lo físico y en lo espiritual.
Hagamos del ayuno un instrumento poderoso, para que junto con la oración, según nos enseñó Jesús podamos luchar contra nuestra carne y para liberar de sus cadenas a los oprimidos.
Isaías 58:6-8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira