Seguramente todos coincidiremos en exaltar la Grandiosidad del Alfarero!
Pero cuántos de nosotros admitiremos que somos un mal barro o para decirlo un barro de mala calidad que debe ser mejorado?
Si pensamos en el Alfarero nos podremos imaginar cuanto trabajo le damos, hasta llegar a convertirnos en una obra que verdaderamente sirva a sus Propósitos.
Cuando éramos niños uno de los mayores placeres era jugar con barro. Una alegría que se convertía luego en el enfado de nuestras madres por el estado de la ropa.
Pero si recordamos con atención, nuestras madres nos regañaban no por haber jugado con barro, sino por habernos ensuciado.
Tal vez porque ellas, sabiéndolo o no, podían tener la sabiduría natural como para percibir que es bueno que los niños jueguen con barro.
El contacto con la tierra es una buena enseñanza, porque nos ubica en la realidad que es del barro donde salimos y es a la tierra donde regresaremos.
Por eso muchos de nosotros sabemos lo difícil que resultaba a veces jugar con barro. Porque junto con la tierra se mezclaban molestas piedritas u otra clase de suciedad.
El Alfarero también tiene que apartar las piedritas de nuestras iniquidades, la suciedad de nuestros pecados para poder hacer su obra.
Por esta razón deberíamos tratar de ayudar en su trabajo al Señor, quitando nosotros mismos todas aquellas cosas que sabemos que lo ofenden.
Debemos de tener presente algo con absoluta certeza: El Alfarero siempre completará su obra. ÉL no desalienta ni se desanima. Y porque nos Ama, mucho más de lo que nos amamos nosotros mismos.
Jeremías 18:6
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira