Un amigo reflexionaba acerca de la edad y de la forma de asumir cada tiempo. Comentaba que cuando se llega a una determinada cantidad de años, hay que asumir como es la realidad y la lógica consecuencia sobre nuestro cuerpo.
Confieso que fue algo sorprendente escuchar esta afirmación, porque resulta de una profundidad tan grande, que creo que solo puede provenir de una revelación dada por el Espíritu, como una auténtica Gracia.
Esto me recuerda a ese inestable e indefinible tiempo que llamamos juventud. Si resulta muy difícil de definir, también resulta difícil de precisar el tiempo que sigue a la madurez de la vida y que antecede a la vejez.
Este amigo decía que el obraba según lo que dice la Palabra y que él proclamaba salud y vigor para su cuerpo, en lugar de proclamar que se estaba aproximando al tiempo que identificamos como vejez.
Busqué interpretar esta afirmación y creo que todo se basa en el principio de lo que proclamamos con nuestra boca. Así como con ella bendecimos, también nos bendecimos cuando hablamos.
El sentido de este pensamiento está relacionado con la aceptación de que hemos sido creados con un Propósito y que ese Propósito siempre será lo mejor para nosotros.
Sentirse viejo, supone declarar que nos estamos convirtiendo en hombres y mujeres que estamos dejando de ser útiles. No solo por nosotros mismos, sino también estamos declarando a Dios que como nos sentimos viejos ya no somos útiles para Él.
Oremos para darle a nuestras palabras el justo valor que tienen. Seamos de bendición, comenzando por nosotros mismos!
Proverbios 18:21
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira
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