Frecuentemente actuamos buscando agradar a las personas con las que hablamos, tratando de crear un ambiente propicio para que el mensaje de Salvación sea eficaz.
También frecuentemente nos empeñamos en ser lo suficientemente agradables como para influir en el ánimo de otras personas, para que puedan aceptar nuestro mensaje.
En otras palabras casi siempre estamos buscando agradar a nuestros interlocutores, mostrándonos distintos de cómo verdaderamente somos y perdiendo nuestra identidad.
Nos hemos preguntado, por qué obramos de esta manera? Quizá la respuesta pueda estar relacionada con nuestro afán de llevar almas al Señor, utilizando cualquier medio.
Debemos recordar que el fin no justifica los medios y por tanto estamos obrando equivocadamente cuando nos mostramos más agradables o diferentes de cómo realmente somos.
Estamos fingiendo una personalidad que no tenemos para que las otras personas puedan formarse una idea de cómo somos los creyentes, en lugar de hablar con firmeza de nuestro testimonio.
La Gran Comisión no debe cumplirse valiéndonos de cualquier artimaña por bien intencionada que sea, porque Jesús no nos mandó a eso sino a llevar Su mensaje.
Obremos con naturalidad, expresemos con alegría la nueva condición que tenemos como hijos de Dios y no busquemos ni convencer ni agradar a nadie, porque finalmente la obra es del Espíritu Santo. No de nosotros.
1 Tesalonicenses 4:1
Diego Acosta García