Es notable como nos afanamos por todo. Y en el afán de querer controlarlo todo perdemos de vista las cuestiones más importantes sobre las que verdaderamente debemos centrar nuestra atención.
A veces deseamos revisar el pasado, no para aprender de los errores sino para tratar de enmendar cosas que evidentemente no tienen ninguna posibilidad de ser corregidas.
Otras veces nos preocupamos por el futuro haciendo planes e imaginando situaciones que casi nunca se cumplen, porque son cosas que están basadas en nuestra imaginación y en nuestro esfuerzo.
La cuestión es centrarnos en lo verdaderamente importante: que no es otra cosa que este día, que terminará cuando comience otro, así como se inició cuando terminó otro.
De tan preocupados que estamos con el pasado o con el futuro, nos olvidamos que nuestra máxima preocupación debe ser hacer en este día lo que debemos.
Es inútil que pensemos en el pasado porque nada podremos alterar de lo ocurrido. Y tampoco que programemos el futuro porque no está a nuestro alcance resolver lo que vendrá.
Dediquemos nuestro esfuerzo en este día con el máximo entusiasmo, porque mañana ya no podremos hacer absolutamente nada por él. No nos perdamos en fantasías que agotan nuestra imaginación y nuestras fuerzas.
Pensemos que nuestra obligación es este día. Del futuro se encarga nuestro Señor.
Mateo 6:34
Diego Acosta García