Antiguamente cuando se hacía un préstamo, se solía tomar como garantía de pago una prenda, que era generalmente una capa con la que las personas se cubrían durante la noche.
Es decir: La garantía de pago era algo necesario para quién era el tomador del crédito, pues sin la prenda o la capa era muy difícil soportar las temperaturas invernales.
Las normas para los préstamos eran claras y drásticas: No se cobraba interés, no se ejercía ninguna presión para recibir la devolución de lo prestado e incluso el préstamo podía extenderse más allá del año sabático.
Esto significaba que podía haber una remisión de lo prestado o lo que es lo mismo, que quién debía no estaba obligado a devolverlo.
Estas cuestiones que parecen tan asombrosas e incluso nos pueden resultar fuera de lugar, son rigurosamente Bíblicas.
Hacen parte de las normas que Jehová estableció para los hombres. Podríamos argumentar que eran otros tiempos, otras formas de pensar y otras formas de proceder.
Reflexionemos: Si esto fuera así, entonces no anhelemos las promesas de bendiciones del pasado, porque fueron para un tiempo diferente del nuestro.
Este sencillo argumento desvirtúa lo que es hoy una norma en la vida de la sociedad: La avaricia prevalece sobre cualquier otra norma que pudiera existir.
Aunque sea una norma bíblica, lo importante es el dinero!
Y los resultados de esta forma de comportarnos son más que evidentes. Vivimos amenazados por lo que pueda ocurrir con la economía, simplemente porque no respetamos o desdeñamos las normas del Supremo.
Seamos coherentes: Si buscamos las bendiciones del pasado, cumplamos también las normas pretéritas.
Deuteronomio 24:10-13
Diego Acosta / Neide Ferreira