Cuando cerramos una puerta estamos haciendo un gesto de un cierto contenido simbólico. Tanto si entramos como si salimos, estamos separando una parte de la realidad de otra parte de la realidad.
Es lo que podríamos llamar una forma de terminar con algo y una forma de empezar con algo diferente. Si entramos dejamos el mundo fuera de nuestra casa y si salimos, dejamos la seguridad de nuestro hogar y nos enfrentamos al mundo.
Estas situaciones nos deberían permitir llegar a la conclusión de que siempre estamos abriendo y cerrando puertas, con voluntad de humanos y hasta con la terquedad con que los humanos asumimos determinadas situaciones.
Será por esta razón que no advertimos que quién en realidad abre y cierra las puertas es la Voluntad Soberana del Eterno. Él es quién nos hace ir hacia la situación de entrar o de salir, cuando las puertas se mueven.
Cada vez que pretendemos hacer nuestra voluntad, estamos desafiando a la Voluntad que verdaderamente puede cambiar, modificar todas las cosas. Y con el agregado de que cada cambio, es lo mejor para nuestras vidas.
Debemos estar muy atentos para escuchar el suave murmullo del Espíritu cuando nos enseña el Camino. Cuando nos avisa si debemos entrar o salir o si debemos permanecer al margen de movimientos que no son para nosotros.
Una puerta cerrada o una puerta abierta, representan mucho más que el hecho físico que nuestra mirada puede captar. Estamos frente a la obra de la Voluntad Superior que todo lo puede, porque es la Voluntad de nuestro Creador.
Salmos 40:8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira