Los eunucos fueron los únicos que no resultaron afectados por los encantos de Jezabel, elegida por Acab rey de Judá como su esposa, en un rotundo desafío a Jehová.
Jezabel hija del rey de los sidonios, fue la gran seductora que se menciona en el Libro de los Reyes, llevando al propio Acab a abandonar al Eterno y rendir obediencia a Baal.
También en el Libro de Apocalipsis es mencionada Jezabel, como la falsa profetisa que enseña y seduce para lograr que los siervos del Señor, forniquen y coman cosas sacrificadas a los ídolos.
Podemos decir que existe un espíritu de Jezabel?
En sentido figurado, rotundamente sí!
Ella representa el peor de los engaños, que no es otro que el que llega por la seducción y atracción de una mujer, que apela a los más bajos instintos para someter a quien caen bajo sus encantos.
Obviamente los eunucos podían librarse de esa seducción por causa de su condición. Y es por eso que deberíamos convertirnos en eunucos espirituales, para no ser seducidos por los encantos de nadie.
E incluimos en esa seducción a quienes a lo largo de los tiempos encarnaron y siguen encarnando, el espíritu de Jezabel, que somete a la carnalidad aún a reyes como a siervos.
No en vano el propio Jesús proclamó que la primera señal del fin de los tiempos, era el espíritu de engaño, el que representan los falsos profetas, como le fue revelado a Juan en el Apocalipsis.
El riesgo de ser seducidos es tan serio, que estamos sujetos a ser cautivados cada día, a cada momento en el que nos olvidamos que somos los hijos de Dios.
Hombres y mujeres pueden ser engañados y llevados a cometer actos que ofenden la Majestad del Altísimo y nos hacen olvidar el triste y dramático final que padecieron los protagonistas de la historia del Libro de los Reyes.
El Rey Acab y su esposa Jezabel, fueron comidos por los perros y no tuvieron la dignidad de la sepultura, porque ellos mismos se convirtieron en indignos al caer en la peor de las idolatrías, desafiando a Dios.
Aprendamos esta lección y tratemos de ser eunucos espirituales, para no caer bajo el dominio de ninguna forma de seducción.
Diego Acosta