COMPETIR

Hace algún tiempo en una congregación se hablaba acerca de cumplir determinados objetivos, para que de esta manera se pudiera medir el grado de compromiso de los miembros de la Iglesia.

Fue entonces cuando uno de los implicados en esa tarea preguntó: Entonces vamos a competir? Cuál es el premio que tendremos? Esta pregunta dejó impávidos a unos y preocupados a otros.
Algunos nos preguntamos: desde cuando podemos competir por cumplir los objetivos de una congregación? Es que la Iglesia es un lugar para competir?

Esto nos lleva a una reflexión que nos deja apesadumbrados. Habíamos convertido a la congregación en el mismo escenario de muchas empresas que estimulan a sus empleados haciéndoles competir entre ellos.

Qué objetivos debemos cumplir en una congregación? Acaso se pueden cuantificar los hechos de los creyentes, convirtiéndolos en meros objetivos para lograr resultados satisfactorios?

Qué nos está pasando? Es que el mundo ha impregnado a la Iglesia de sus ansias de competir y de lograr resultados? Qué respaldo bíblico tienen estas orientaciones?

Debemos reflexionar acerca de nuestra relación con Dios desde la perspectiva de una congregación. Dios no busca resultados ni mucho menos que nos atrevamos a medirlos. Dios busca de nosotros obediencia y amor.

Miqueas 3:4
Diego Acosta García

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