Demasiado a menudo caemos en el conflicto que resulta de afirmarnos en nuestras interpretaciones y de lo que verdaderamente está escrito en la Palabra de Dios.
Nos obcecamos en dar por buenos nuestros análisis y nos perdemos en divagaciones que nos llevan a crearnos un mundo de certezas, completamente alejado de lo verdadero.
Hace un tiempo un amigo hablaba con gran convicción acerca de lo que representaban para él algunas afirmaciones bíblicas. Resultó muy difícil tratar de que entendiera que lo que daba por bueno, era malo.
Tampoco ayudó en esta ocasión la actitud de cierta prescindencia que adoptaron algunos líderes, apartándose de la situación y buscando que el factor tiempo la solucionara.
Pero ocurrió algo inesperado: Nuestro amigo entendió esa falta de firmeza en el liderazgo como una ratificación de que sus posturas eran las correctas.
Se produjo a partir de esa nueva situación una rotunda negativa de su parte a considerar que pudiera estar equivocado y transformó sus apreciaciones en una fuente de doctrina.
Tristemente todo desembocó en un proceso que si se hubiera tomado a tiempo, no hubiera derivado en lo que finalmente sucedió. Interpretó los intentos de hacerle cambiar de opinión como una maniobra en su contra.
Nos acusó de envidiosos a quienes tratamos de ayudarlo y se declaró en rebeldía contra la mayor parte de la congregación. Hasta que finalmente decidió abandonarla en medio de nuestra tristeza.
Seamos firmes ante esta clase de situaciones. La complacencia es una mala actitud, puesto que no contribuye a aclarar lo que debe ser resuelto. Hay principios que son irrevocables y no se deben alterar.
Salmos 11:3
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira