Una joven se decía a sí misma que había que tener misericordia por las personas que no eran como los cristianos. Se decía que había que comprenderlos porque no eran perfectos…
Este pensamiento lo trasladó a una reunión con otros jóvenes, destacando la necesidad de comprender esta realidad y ponerla en práctica.
Claramente hay una diferencia entre ser perfecto y no serlo…
Este comentario provocó sorpresa, tanta que el líder de los jóvenes debió intervenir para ordenar las ideas que iban surgiendo en torno a esta idea.
Lo primero que dijo el líder es que se debía aclarar el concepto principal: Quién dijo que los cristianos éramos perfectos? La joven de la idea, pidió la palabra para afirmar que lo éramos desde el momento que aceptamos a Jesús.
La respuesta fue: Ese es un primer paso fundamental para nuestra vida, pero a partir de allí se inicia un proceso que durará lo mismo que nuestra existencia, pues el concepto de Perfecto, solo puede ser atribuido a Jesús.
Esta categórica afirmación tranquilizó un poco los ánimos, pero la joven insistió: Yo siempre entendí que la diferencia entre los cristianos y los que no lo son, radica en que nosotros sí somos perfectos y el resto de las personas no lo son.
Es una pena que este error de interpretación haya llegado hasta este punto. Pablo nos habla de que él tiene una meta y que buscaba alcanzarla, pero no dijo que lo hubiera logrado.
Esta es la enseñanza que podemos utilizar como ejemplo para este caso.
La joven pidió perdón por su error y en ese momento llegó la segunda parte de la explicación del líder juvenil. Nosotros que estamos iniciando el camino que nuestros mayores llevan tiempo transitando, debemos escuchar sus palabras. Nunca dicen que son perfectos…dicen que buscan lograrlo, pero que eso llegará solamente en el Reino.
Se propuso entonces una oración por todos los hombres y mujeres que habiendo pedido perdón por sus pecados y habiendo sido perdonados, aceptaron al Señor como su Salvador.
La idea de que los cristianos somos perfectos…quedó junto a tantas otras que resultan de enseñanzas equivocadas o de interpretaciones incorrectas. De allí la importancia de cerciorarse siempre de que los fundamentos de la fe son bien comprendidos.
Una sola duda para torcer el camino de una persona durante el resto de su vida. Y tan grave como eso, puede equivocar a otras personas que siendo recién iniciadas en la fe, puedan abrazar esta idea tan cautivante de que somos perfectos.
Oremos para ser prudentes!
Oremos para tratar de ser mejores!
Diego Acosta – Alemania